lunes, 24 de octubre de 2011

De los virtuosos

Con truenos y con celestes fuegos artificiales hay que hablar a los sentidos flojos y 
dormidos. 


Pero la voz de la belleza habla quedo: sólo se desliza en las almas más despiertas. 
Suavemente vibró y rió hoy mi escudo; éste es el sagrado reír y vibrar de la belleza. 
De vosotros, virtuosos, se rió hoy mi belleza. Y así llegó la voz de ésta hasta mí: 


«¡Ellos quieren además - ser pagados!» 


¡Vosotros queréis ser pagados además, virtuosos! ¿Queréis tener una recompensa a 
cambio de la virtud, y el cielo a cambio de la tierra, y la eternidad a cambio de vuestro 
hoy? 


¿Y os irritáis conmigo porque enseño que no existe ni remunerador ni pagador? Y en 
verdad, ni siquiera enseño que la virtud sea su propia recompensa. 


Ay, esto es lo que me aflige: mentirosamente se ha situado en el fondo de las cosas recompensa y castigo - ¡y ahora también en el fondo de vuestras almas, virtuosos! 


Mas, semejante al hocico del jabalí, mi palabra debe desgarrar el fondo de vuestras almas; reja de arado quiero ser para vosotros. 


Todos los secretos de vuestro fondo deben salir a luz; y cuando vosotros yazgáis al sol 
hozados y destrozados, entonces también vuestra mentira estará separada de vuestra verdad. 
Pues ésta es vuestra verdad: sois demasiado limpios para la suciedad de estas palabras: 


venganza, castigo, recompensa, retribución. 


Vosotros amáis vuestra virtud como la madre a su hijo; pero ¿cuándo se ha oído decir 
que una madre quisiera ser pagada por su amor? 


Vuestro sí-mismo más querido es vuestra virtud. Sed de anillo hay en vosotros: para 
volver a alcanzarse a sí mismo lucha y gira todo anillo. 


Y semejante a la estrella que se extingue es toda obra de vuestra virtud: su luz continúa 
estando siempre en camino y en marcha - ¿y cuándo dejará de estar en camino? 


Así la luz de vuestra virtud continúa estando en camino aunque ya la obra esté hecha. 


Ésta puede estar olvidada y muerta: su rayo de luz vive todavía y camina. 


Que vuestra virtud sea vuestro sí-mismo, y no algo extraño, una piel, un manto: ¡ésa es 
la verdad que brota del fondo de vuestra alma, virtuosos! - Mas recientemente hay algunos para quienes la virtud significa convulsiones bajo un látigo: ¡y, para mí, vosotros habéis escuchado demasiado los gritos de ellos! 


Y hay otros que llaman virtud al hecho de que sus vicios se vuelvan perezosos; y cuando su odio y sus celos estiran alguna vez los miembros, entonces su «justicia» se despabila y se restriega los adormilados ojos. 


Y hay otros que son arrastrados hacia abajo: sus demonios los arrastran. Pero cuanto 
más se hunden, tanto más ardientes relucen sus ojos y el ansia de su Dios. 


Ay, también los gritos de éstos llegaron hasta vuestros oídos, virtuosos: «lo que yo no 
soy, ¡eso, eso son para mí Dios y virtud! 


Y hay otros que llevan mucho peso y por ello rechinan, igual que carros que conducen 
piedras cuesta abajo: hablan mucho de dignidad y de virtud - ¡a su freno llámanlo virtud! 
Y hay otros que son semejantes a relojes a los que se les ha dado cuerda; producen su 
tic-tac, y quieren que al tic-tac - se lo llame virtud. 


En verdad, con éstos me divierto: cuando yo encuentre tales relojes les daré cuerda con 
mi mofa; ¡y ellos deberán encima ronronear!


Y otros están orgullosos de su puñado de justicia y a causa de ella cometen crímenes 
contra todas las cosas: de tal manera que el mundo se ahoga en su injusticia. 


¡Ay, qué desagradablemente les sale de la boca la palabra «virtud»! Y cuando dicen: 


«Yo soy justo», esto suena siempre igual que: «¡yo estoy vengado!» 
Con su virtud quieren sacar los ojos a sus enemigos; y se elevan tan sólo para humillar 
a otros. 


Y también hay quienes se sientan en su charca y hablan así desde el cañaveral: «Virtud 
- es sentarse en silencio en la charca. 


Nosotros no mordemos a nadie y nos apartamos del camino de quien quiere morder; y 
en todo tenemos la opinión que se nos da.» 


Y también hay quienes aman los gestos y piensan:


 la virtud es una especie de gesto. 
Sus rodillas adoran siempre, y sus manos son alabanzas de la virtud, pero su corazón 
nada sabe de ello. 


Y también hay quienes consideran virtud el decir:


 «La virtud es necesaria»; pero en el 
fondo creen únicamente que la policía es necesaria. 


Y muchos que son incapaces de ver lo elevado en los hombres llaman virtud a ver ellos 
muy de cerca su bajeza: así llaman virtud a su malvada mirada. 


Y algunos quieren ser edificados y elevados, y llaman a eso virtud; y otros quieren ser 
derribados - y también lo llaman virtud. 


Y de este modo casi todos creen participar de la virtud; y al menos quiere cada uno ser 
experto en «bien» y «mal».  


Mas Zaratustra no ha venido para decir a todos estos mentirosos y necios:


 «¡Qué sabéis vosotros de virtud! ¡Qué podríais vosotros saber de virtud!» 


Sino para que vosotros, amigos míos, os canséis de las viejas  palabras que habéis 
aprendido de los necios y mentirosos:


 Os canséis de las palabras «recompensa», «retribución», «castigo», «venganza en la justicia» - Os canséis de decir: «Una acción es buena si es desinteresada». 


¡Ay, amigos míos! Que  vuestro sí-mismo esté en la acción como la madre está en el 
hijo: ¡sea ésa vuestra palabra acerca de la virtud! 


En verdad, os he quitado sin duda cien palabras y los juguetes más queridos a vuestra 
virtud; y ahora os enfadáis conmigo como se enfadan los niños. 


Estaban ellos jugando a orillas del mar, - entonces vino la ola y arrastró su juguete al 
fondo: ahora lloran. 


¡Pero la misma ola debe traerles nuevos juguetes y arrojar ante ellos nuevas conchas 
multicolores! Así serán consolados; e igual que ellos, también vosotros, amigos míos, tendréis vuestros consuelos - ¡y nuevas conchas multicolores! - 


Así habló Zaratustra. 



Friedrich Nietzsche



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