¿Qué quieres de mí?. ¿Quién turbia en su gran misterio
a la reguladora de los meses?
¿Es un alma que se eleva y quiere huir de la tierra?
¿De dónde viene, del monte, del abismo,
El grito que me estremece, sorprendido en mis secretos?
¡Responde!
¡Habla, Virgen, obedece! ¿Mi nombre? ¡Qué te importa!
¡El Universo es mi partenón!
Camino en él por Dios en tu luz muerta,
¡Tú debes saber mi nombre!
¡Te acuso, responde! ...
¡Quiero la Verdad! En tu templo ópalo,
Si sólo eres esterilidad,
¿Qué fin persigues pues en el cielo, virgen pálida,
Alrededor de este globo habitado?
En nombre de la Magia, en nombre del Tetragrama,
¡Habla! ...
Hijo de Apolo, guardo por siempre el pasaje
Por donde las almas van a los cielos.
Sólo ves un lado de mi doble rostro:
¡El otro mira hacia los dioses!
Comprimo aquí abajo el efluvio de la tierra;
Con todo el peso de mi cráter,
Oprimo a los Espíritus, a las Almas y a los Cuerpos,
Y todo se eleva bajo mi pensamiento,
Todo entra en mi ritmo y alcanza el rocío
De mis silenciosos acuerdos.
Uno y desuno, acerco y opongo
Todo: Polos, Sexos, Elementos;
Soy el femenino latente en cada cosa;
Atraigo hacia mí los movimientos;
Que ceden, en su forma, a las leyes de mis semanas;
Bestias, Plantas, Muchedumbres Humanas,
Los fluidos, los vientos, las nubes, el mar,
Todo fluye hacia mí en su marea,
Desde el fuego central que brama hacia el Empíreo
Hasta los sutiles confines del Aire.
Presido la muerte, ordeno el nacimiento,
Pues nacer, es morir también;
Las generaciones giran bajo mi poder,
Tengo sus llaves de plata y oro;
Devuelvo al Sol las almas inmortales
Cuyo Espíritu ha ganado sus alas
Para escapar al torrente de las generaciones;
O bien, en el fondo del espacio,
Las anudo a la Mujer, y su Destino vuelve
Al juego de mis remolinos.
¡Ah! ¡Si las vieras, a las Almas invisibles
Salir en enjambres de las tumbas,
Vacilar y elevarse en mis rayos apacibles,
Deslizarse juntas en las aguas!
Unas por los campos tomando su curso alocado
Más rápido que la palabra,
Pasan, a ras del suelo, se lanzan a los aires,
Se suspenden en las nieblas baldías,
Recaen en los mares y bailan sobre las olas
O sueñan en las rocas desiertas.
Otras, franquean la esfera de las nubes
Y se disponen a volar hacia mí,
Escalando el Éter, trepando en mis espejismos,
Rodando, temblando de emoción.
Remontando –llegando a mí palpitantes de sueños,
Jugando en rebaños sobre mis arenas,
Zambulléndose en mis volcanes, buscándose, llamándose,
Encontrándose –formando sus grupos,
Y paseando sus coros por las cimas de mis valles
De mi gran circo centelleante.
¡Pero la Tierra te lleva, adiós! Habla a las estrellas:
Yo, te pierdo en el horizonte,
Bardo, cuando abandones de tu cuerpo las velas
En su fúnebre prisión,
No temas nada, ven. Coge mis corceles de luz,
Cree, y hacia la fuente primera
De la que emerges, hacia el Dios soberbio, hacia el arco bermejo,
Tendiendo fuertemente tu pensamiento,
Vete, te dejaré desde mi esfera helada
Elevarte sin obstáculo hacia el Sol!.
SAINT-YVES
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