Fué la última sociedad secreta que poseyó colectivamente
algunos de los misterios orientales, aunque tanto en el siglo pasado como en nuestros
días hubo, y tal vez hay, “hermanos” aislados que fiel y secretamente trabajaban bajo
la dirección de las fraternidades orientales y que al afiliarse a alguna asociación
masónica de Europa la instruyeron en todo lo que de importante han sabido los
masones, lo cual explica la analogía entre los Misterios de la antigüedad y los grados
superiores de la masonería. Estos misteriosos hermanos jamás descubrían, ni aun entre
sí, los secretos de la asociación a que se afiliaban, pues eran mucho más sigilosos que
los mismos masones, y cuando consideraban a alguno de éstos digno de su confianza le
iniciaban secretamente en los misterios orientales, sin que los otros supieran ni una
palabra más de lo que sabían.
Nadie ha podido sorprender la actuación de los rosacruces, cuyo organismo y
finalidad son todavía, como siempre lo fueron, desconocidos para el mundo, y más
particularmente para su enconado enemigo el clericalismo, a pesar de los supuestos
descubrimientos de cámaras secretas, velarios llamados “T” y fósiles caballeros de
lámparas perpetuas, y a pesar también de las engañosas confesiones que el tormento
arrancaba a los teósofos, alquimistas, cabalistas, fingidos templarios y falsos rosacruces
que murieron en la hoguera.
En cuanto a los modernos caballeros templarios y a las logias masónicas que
pretenden descender directamente de la antigua Orden del Temple, no poseen ni
poseyeron nunca ningún secreto peligroso para la Iglesia, cuya persecución contra ellos
tuvo desde un principio apariencias de farsa, pues, según dice Findel, los grados
escoceses, o sea la ordenación templaria, data tan sólo de los años 1735 a 1740, y
siguiendo sus tendencias católicas, establecieron su residencia principal en el colegio de
jesuitas de Clermont, en Paris, por lo que se le denominó rito de Clermont.
La Orden del Temple fué instituida el año 1118 por Hugo de Payens y Godofredo de
Saint–Omer con el aparente propósito de proteger a los peregrinos de Jerusalén, pero
con el verdadero objeto de restaurar el primitivo culto secreto. Teocletes, sumo
sacerdote de los nazarenos juanistas, instruyó a Hugo de Payens en la verídica historia
de Jesús y del cristianismo primitivo, y posteriormente otros dignatarios de la misma
secta le iniciaron en sus misterios.
Su oculto designio era libertar el pensamiento y
restaurar la religión única y universal. En un principio hacían voto de pobreza, castidad
y obediencia, de suerte que fueron los verdaderos discípulos del Bautista, que se
alimentaba en el desierto de langostas y miel silvestre. Tal es la verdadera y tradicional
versión cabalística
Es un error creer que la Orden de los templarios no se declaró contra el dogma
católico hasta sus últimos tiempos, pues desde un principio fué herética en el sentido
que la Iglesia da a esta palabra. La cruz roja sobre manto blanco simbolizaba, como
entre los iniciados de los demás países, los cuatro puntos cardinales del universo.
Cuando más tarde tomó la Orden carácter de logia y comenzaron las persecuciones,
hubieron de reunirse los templarios muy secretamente en la sala capitular, y para
mayor seguridad en cuevas o chozas levantadas en medio de los bosques, con objeto
de practicar las ceremonias propias de su institución, al paso que en las capillas
públicas celebraban el culto católico.
Aunque eran infamemente calumniosas la mayor parte de las acusaciones levantadas
contra los templarios a instigación de Felipe IV de Francia, había fundamento para
inculparles de herejía, según el criterio dogmático de la Iglesia romana. Los actuales
templarios no pueden conciliar su fe en la Biblia con la pretensión de ser directos
descendientes de aquellos nazarenos que no creían en la divinidad ni en la misión
redentora de Cristo ni en sus virtudes taumatúrgicas ni en los principales dogmas
católicos, como la transubstanciación, los santos, las reliquias y el purgatorio. El Cristo
era para los nazarenos un falso profeta; pero a Jesús lo respetaban como hermano. San
Juan Bautista era su Maestro; pero nunca le tuvieron en el concepto que lo tiene la
Biblia. Por otra parte, respetaban las doctrinas de la alquimia, astrología y magia, así
como los talismanes cabalísticos y seguían las enseñanzas de sus jefes.
Esta culpabilidad consistía únicamente en su discrepancia de los dogmas de la Iglesia
romana. Mientras los verdaderos “hermanos” sufrían muerte ignominiosa, los hermanos
espurios formaron una secuela de los jesuítas, por lo que los masones sinceros deben
rechazar con horror toda relación con ellos, dejándolos solos con su ascendencia.
Dice sobre la materia el comandante Gourdin:
Los caballeros de San Juan de Jerusalén, llamados también hospitalarios y de Malta, no
eran masones sino que, por el contrario, parecen haber sido enemigos de la masonería,
porque el año 1740 el Gran maestre de la Orden de Malta ordenó publicar en esta isla la
bula pontificia de Clemente XII y prohibió bajo severas penas las reuniones masónicas. Con
este motivo se marcharon de la isla algunos caballeros y muchos ciudadanos, y al año
siguiente, 1741, la Inquisición empezó a perseguir a los masones. Seis caballeros fueron
desterrados perpetuamente de la isla por haber asistido a una reunión masónica. Al revés de
los templarios, no tenían los caballeros de Malta ceremonia secreta para el ingreso en la
Orden, y por esto le fué imposible a Reghellini procurarse un ejemplar del ritual secreto,
pues no le había.
Sin embargo, los masones caballeros templarios comprenden tres grados: Rosacruz,
Templario y de Malta.
Así es que no pueden envanecerse los caballeros templarios
de la herencia recibida de los jesuitas, pues no tienen más remedio que aceptar la
descendencia de los primitivos herejes y anticristianos cabalistas templarios, o confesar
su filiación jesuítica y tender sus cuadriculadas alfombras sobre la plataforma del
ultramontanismo. De lo contrario, no pasarán de pura pretensión sus alegaciones.
La pseuda y clerical orden de los templarios tuvo origen en Francia al amparo de los
adictos a los Estuardos, según afirma Dupuy; y como sus favorecedores no han
perdonado medio para encubrir su procedencia jesuítica, no es extraño que un autor
anónimo se esfuerce en defender a los templarios de la inculpación de herejías, con lo
que despoja a aquellos mártires del librepensamiento de la aureola de respeto que se
habían aquistado.
La falsa orden de los templarios se fundó en París el 4 de Noviembre de 1804 con una
constitución amañada al efecto, y desde entonces ha venido contaminando a la
masonería legítima, según declaran los más conspicuos masones. La Carta de
transmisión tiene visos de tan remota antigüedad, que, según confiesa Gregoire
le hubiera bastado este documento para desvanecer toda duda respecto a la
procedencia de la orden.
El jesuita conde de Ramsay fué el primero en exponer la idea de que los templarios se
habían refundido con los caballeros de Malta. Dice a este propósito:
Nuestros ascendientes los cruzados se reunieron en Tierra Santa desde todos los puntos
de la cristiandad y resolvieron constituir una fraternidad que comprendiese a todas las
naciones, con objeto de que ligadas en corazón y alma se mejoraran mutuamente y pudiesen
con el tiempo representar un solo pueblo intelectual.
Por esta razón se unieron los templarios a los caballeros de San Juan, quienes
constituyeron una hermandad masónica denominada “Masones de San Juan” . En el
Sello rasgado (1745) se lee la siguiente impudentísima falsedad, digna de los hijos de
Loyola: “Las logias estaban dedicadas a San Juan, porque cuando las guerras santas de
Palestina los caballeros masones se refundieron con los caballeros de San Juan”.
Según afirma Thory, el año 1743 se inventó en Lión el grado de caballero Kadosh, que
simboliza la venganza de los templarios. Sobre lo cual dice Findel:
La orden del Temple fué abolida en 1311, y los caballeros se vieron en la precisión de
secularizarse en 1740 por no serles posible mantener su unión con la orden de San Juan de
Malta, algunos de cuyos individuos habían sido desterrados de la isla por masones, pues la
orden estaba entonces en la plenitud de su poderío y bajo la soberanía del romano
pontífice.
Por su parte, Clavel, una de las más prestigiosas autoridades de la masonería, añade a
este propósito:
Es evidente que la orden francesa de los caballeros templarios no remonta más allá de
1804, y que en manera alguna puede titularse sucesora de la sociedad denominada:
Resurrección de los Templarios ni tampoco ésta se dilata en su origen a la genuina y primitiva
orden del Temple.
Así vemos que los templarios bastardos forjan en el año 1806 en París, bajo la
dirección de los jesuítas, el famoso Estatuto Larmenio, y veinte años más tarde, ya
constituidos en asociación tenebrosa, mueven manos asesinas contra uno de los más
nobles príncipes de Europa, cuya muerte quedó en el misterio por intrigas políticas con
afrenta de la verdad y la justicia. Este príncipe, afiliado a la masonería, fué el postrer
depositario de los secretos de los legítimos caballeros templarios, que durante cinco
siglos habían eludido toda indagación y celebrado reuniones trienales en Malta,
mientras los falsos templarios, los caballeros papistas, dormían tranquilamente, sin
remordimiento de sus crímenes.
Dice a este punto Rebold:
Y a pesar de todo, no obstante el embrollo que los jesuítas armaron de 1763 a 1772, sólo
habían logrado entre sus diversos propósitos el de desnaturalizar y desprestigiar la
institución masónica, y para complementar su disolvente labor organizaron una orden
titulada: Oficialidad de los Templarios en confusa amalgama del espíritu de las cruzadas con
las quimeras de los alquimistas, que estuvo desde un principio supeditada al clericalismo y
se movió como sobre las ruedas representativas del propósito que presidiera la fundación
de la Compañía de Jesús.
De aquí que, a pesar del origen precristiano de la masonería, se hayan incorporado
todos sus ritos y símbolos al cristianismo y de que éste le haya comunicado su sabor,
pues antes de que el neófito sea admitido en la logia ha de afirmar su creencia en un
Dios personal y asimismo en Cristo con relación a los grados del Campamento,
mientras que los primitivos templarios creían en el desconocido e invisible Principio de
que emanan las potestades creadoras, impropiamente denominadas dioses, y se
atenían a la versión nazarena, según la cual fué Ben–Panther el pecador padre de Jesús,
quien se proclamó “hijo de Dios y del Hombre”.
Esto da la explicación de los terribles
juramentos que sobre la Biblia se exigen a los masones y de la servil analogía de sus
leyendas con la cronología bíblica. Así, por ejemplo, al conferir el grado de rosacruz,
forman en línea los caballeros, y al acercarse el neófito al altar procede el capitán de la
guardia a proclamarlo caballero diciendo: “A la gloria del Gran Arquitecto del
Universo , bajo los auspicios del Soberano Santuario de la antigua y primitiva
masonería etc.”. Después, el caballero orador de la logia da un golpe y participa al
neófito que las narraciones masónicas se remontan a cuarenta Siglos y que hacia el
año 2188 antes de J. C. colonizó Mizraim el Egipto y echó los cimientos de una
monarquía, cuya duración fué de 1663 años.
Desde luego, se echa de ver el gran error de cómputo que denota este número,
aunque concuerde piadosamente con la cronología bíblica. Por otra parte, los nueve
nombres míticos de la Divinidad que, según los masones, se conocieron en Egipto en el
siglo XXII antes de J. C., se encuentran en monumentos de doble antigüedad, en
opinión de los más notables egiptólogos, sin contar con que los masones desconocen
dichos nombres.
Lo cierto es que la masonería moderna difiere muy radicalmente de la en otro tiempo
secreta confraternidad universal, cuando los adoradores de Brahma, simbolizado en
AUM, intercambiaban sus signos y consignas con los devotos del TUM. Entonces eran
“hermanos” los adeptos de todos los países de la tierra.
Insigne Madame H. P. BLAVATSKY
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