viernes, 21 de octubre de 2011

La Orden del Temple (los Caballeros de la Voluntad Templada)

 Fué la última  sociedad secreta que  poseyó  colectivamente
algunos de los misterios orientales, aunque tanto en el siglo pasado como  en nuestros
días hubo, y tal vez hay,  “hermanos” aislados  que  fiel y  secretamente trabajaban  bajo
la  dirección de  las fraternidades  orientales y  que al  afiliarse a  alguna  asociación
masónica de  Europa la  instruyeron en  todo lo que de  importante han sabido los
masones, lo cual explica la analogía entre los Misterios de la antigüedad y los grados
superiores de la masonería. Estos misteriosos hermanos jamás descubrían, ni aun  entre
sí, los secretos de la asociación a que se afiliaban, pues  eran mucho más  sigilosos que
los mismos masones, y cuando consideraban a alguno de éstos digno de  su  confianza le
iniciaban  secretamente en  los misterios orientales,  sin  que los otros  supieran ni una
palabra más de lo que sabían.



Nadie ha  podido  sorprender la  actuación de los rosacruces,  cuyo  organismo y
finalidad son  todavía,  como  siempre lo fueron,  desconocidos para el  mundo, y más
particularmente para  su  enconado  enemigo el  clericalismo, a  pesar de los  supuestos
descubrimientos de cámaras secretas, velarios llamados  “T” y fósiles  caballeros de
lámparas perpetuas, y a  pesar también de las engañosas confesiones que el tormento
arrancaba a los teósofos, alquimistas, cabalistas, fingidos templarios y falsos  rosacruces
que murieron en la hoguera.



En  cuanto a los modernos  caballeros templarios y a las logias masónicas que
pretenden descender  directamente de  la antigua  Orden  del Temple, no poseen ni

poseyeron nunca ningún secreto peligroso para la Iglesia, cuya  persecución contra ellos
tuvo desde un  principio apariencias  de  farsa,  pues,  según dice Findel, los grados
escoceses, o sea  la  ordenación  templaria, data tan sólo de  los años 1735 a  1740,  y
siguiendo sus  tendencias católicas, establecieron su residencia principal en el colegio de
jesuitas de Clermont, en Paris, por lo que se le denominó rito de Clermont.



La Orden del Temple fué instituida el año 1118 por Hugo de Payens y Godofredo de
Saint–Omer con el aparente propósito de  proteger a los peregrinos de  Jerusalén, pero
con el  verdadero  objeto de restaurar el primitivo culto secreto. Teocletes,  sumo

sacerdote de los nazarenos juanistas, instruyó a Hugo de Payens en la verídica historia
de Jesús y del cristianismo primitivo, y  posteriormente otros  dignatarios de la misma
secta le iniciaron en sus  misterios.


Su oculto  designio era  libertar el pensamiento y
restaurar la religión única y universal. En un principio hacían voto de pobreza, castidad
y obediencia, de  suerte que  fueron  los verdaderos discípulos del  Bautista, que se
alimentaba en el desierto de langostas y miel silvestre. Tal es la verdadera y  tradicional
versión cabalística



Es  un  error creer  que la  Orden de  los templarios no se  declaró contra  el  dogma
católico hasta sus últimos tiempos, pues desde un principio fué herética en el sentido
que la  Iglesia da a esta palabra. La cruz  roja sobre manto  blanco  simbolizaba, como
entre los iniciados  de  los  demás países, los cuatro puntos  cardinales  del universo.



Cuando más tarde tomó la  Orden  carácter de logia y comenzaron  las persecuciones,
hubieron de  reunirse  los templarios muy  secretamente en la sala  capitular, y para
mayor seguridad en cuevas o chozas  levantadas en medio de los bosques,  con objeto
de  practicar las  ceremonias  propias de su institución, al  paso que en las  capillas
públicas celebraban el culto católico.



Aunque  eran infamemente calumniosas la mayor parte  de las acusaciones levantadas
contra los templarios a  instigación de  Felipe IV de Francia,  había fundamento  para
inculparles de  herejía, según  el criterio  dogmático de la  Iglesia  romana. Los  actuales
templarios no pueden  conciliar su fe en la  Biblia con la pretensión  de  ser directos
descendientes de  aquellos  nazarenos  que no  creían en la  divinidad ni en la  misión
redentora de Cristo ni  en  sus virtudes taumatúrgicas ni en los  principales  dogmas
católicos, como la transubstanciación, los santos, las  reliquias y el purgatorio. El Cristo
era para los nazarenos un falso profeta; pero a Jesús lo respetaban como hermano. San
Juan Bautista  era su Maestro; pero  nunca le  tuvieron en  el concepto  que lo  tiene la
Biblia. Por otra parte,  respetaban las doctrinas de la alquimia, astrología y magia, así
como los talismanes cabalísticos y seguían las enseñanzas de sus jefes.



Esta culpabilidad consistía únicamente en su discrepancia de los dogmas de la  Iglesia
romana. Mientras los verdaderos “hermanos” sufrían muerte ignominiosa, los hermanos
espurios  formaron una secuela de los jesuítas, por lo que  los masones  sinceros deben
rechazar con horror toda relación con ellos, dejándolos solos con su ascendencia.
Dice sobre la materia el comandante Gourdin:


Los caballeros de San Juan de  Jerusalén, llamados  también hospitalarios y de  Malta, no
eran masones  sino que,  por el contrario,  parecen haber  sido  enemigos de la  masonería,
porque el  año 1740 el Gran maestre de la Orden de Malta ordenó publicar en esta isla la
bula pontificia de Clemente XII y prohibió bajo severas  penas las  reuniones masónicas. Con
este  motivo se  marcharon de  la isla  algunos  caballeros y  muchos  ciudadanos, y al año
siguiente, 1741, la  Inquisición  empezó a perseguir a los  masones.  Seis caballeros  fueron
desterrados perpetuamente de la isla por haber asistido a una reunión masónica. Al revés de
los templarios, no  tenían los caballeros de Malta  ceremonia secreta  para el  ingreso en la
Orden, y por esto le  fué imposible a Reghellini procurarse un ejemplar del ritual secreto,
pues no le había.



Sin embargo, los masones caballeros  templarios  comprenden  tres  grados: Rosacruz,
Templario y de Malta.



Así es que no pueden  envanecerse  los caballeros templarios
de  la  herencia  recibida de los  jesuitas, pues no  tienen  más remedio  que aceptar la
descendencia de los primitivos herejes y anticristianos cabalistas templarios, o  confesar
su  filiación  jesuítica y tender  sus cuadriculadas alfombras sobre la plataforma del
ultramontanismo. De lo contrario, no pasarán de pura pretensión sus alegaciones.



La pseuda y  clerical orden de los templarios  tuvo  origen en Francia al amparo de los
adictos a los  Estuardos,  según  afirma  Dupuy; y  como sus  favorecedores no han

perdonado medio para  encubrir su procedencia jesuítica, no es extraño que un  autor
anónimo  se esfuerce en defender a los templarios de la inculpación de herejías, con lo
que despoja a aquellos mártires del librepensamiento de la aureola de respeto  que se
habían aquistado.



La falsa orden de los templarios se fundó en París el 4 de Noviembre de 1804  con una
constitución amañada al efecto, y desde  entonces ha  venido contaminando a la
masonería  legítima, según  declaran  los más conspicuos masones. La  Carta de
transmisión tiene visos de tan remota antigüedad, que,  según  confiesa  Gregoire
le  hubiera  bastado este  documento para  desvanecer  toda duda  respecto a la
procedencia de la orden.



El jesuita conde de Ramsay fué el primero en exponer la idea de que los templarios se
habían refundido con los caballeros de Malta. Dice a este propósito:


Nuestros ascendientes los cruzados se  reunieron en Tierra Santa desde todos  los puntos
de la cristiandad  y  resolvieron  constituir  una  fraternidad  que  comprendiese a todas las
naciones, con objeto de que ligadas en corazón y alma se mejoraran mutuamente y pudiesen
con el tiempo representar un solo pueblo intelectual.


Por esta razón se  unieron  los templarios a  los caballeros de  San Juan,  quienes
constituyeron una hermandad  masónica denominada “Masones de San  Juan” . En el
Sello rasgado (1745) se lee la siguiente impudentísima falsedad,  digna de  los hijos de
Loyola: “Las logias estaban dedicadas a San  Juan, porque cuando las guerras santas de
Palestina los caballeros masones se refundieron con los caballeros de San Juan”.



Según afirma Thory, el año 1743 se inventó en Lión el grado de caballero Kadosh, que
simboliza la venganza de los templarios. Sobre lo cual dice Findel:


La orden del Temple  fué abolida en 1311, y los caballeros se vieron en  la precisión de
secularizarse en 1740 por no serles posible  mantener su unión con la orden de San  Juan de
Malta, algunos de cuyos individuos habían sido desterrados  de la isla por  masones, pues la
orden estaba  entonces en la  plenitud de su  poderío y bajo la  soberanía del romano
pontífice.



Por su parte, Clavel, una de las más prestigiosas autoridades de la masonería, añade a
este propósito:


Es evidente que la orden  francesa de los  caballeros templarios  no  remonta  más  allá de
1804, y  que en manera alguna  puede titularse  sucesora de  la  sociedad denominada:
Resurrección de los Templarios ni tampoco ésta se dilata en su origen a la genuina y primitiva
orden del Temple.



Así vemos que  los templarios  bastardos  forjan en el  año 1806 en París, bajo la
dirección de  los jesuítas, el famoso  Estatuto  Larmenio, y veinte años  más tarde, ya
constituidos en asociación tenebrosa, mueven manos  asesinas contra uno  de los más
nobles príncipes de Europa, cuya muerte quedó en el misterio por intrigas políticas con
afrenta de la verdad y la justicia.  Este príncipe, afiliado a la  masonería, fué el postrer
depositario de los secretos de los  legítimos caballeros  templarios, que durante  cinco
siglos  habían eludido  toda  indagación y  celebrado  reuniones trienales en  Malta,
mientras los  falsos templarios,  los caballeros  papistas,  dormían  tranquilamente, sin
remordimiento de sus crímenes.


Dice a este punto Rebold:


Y a pesar de todo, no obstante el embrollo que los jesuítas armaron de 1763 a 1772,  sólo
habían  logrado  entre  sus  diversos  propósitos el de  desnaturalizar y desprestigiar la
institución masónica,  y  para complementar su  disolvente  labor  organizaron  una  orden
titulada: Oficialidad de los Templarios en confusa amalgama del espíritu de las cruzadas con
las quimeras de los alquimistas, que estuvo desde un principio supeditada al  clericalismo y
se movió como sobre las ruedas  representativas del  propósito  que presidiera la  fundación
de la Compañía de Jesús.



De aquí que, a  pesar del  origen  precristiano de  la masonería, se  hayan  incorporado
todos sus ritos y símbolos al cristianismo y de  que éste le haya comunicado su  sabor,
pues antes de que el neófito sea admitido en la logia ha de afirmar su  creencia en un
Dios  personal y  asimismo en  Cristo con  relación a  los grados  del Campamento,
mientras que los primitivos templarios creían en el desconocido e invisible Principio de

que  emanan  las  potestades  creadoras, impropiamente denominadas  dioses,  y se
atenían a la versión nazarena, según la cual fué Ben–Panther el pecador padre de  Jesús,
quien se proclamó “hijo de Dios y del Hombre”.



Esto da la explicación de los  terribles
juramentos que sobre la Biblia se exigen a los masones y de la  servil analogía  de sus
leyendas con la  cronología  bíblica. Así, por ejemplo, al  conferir el  grado de  rosacruz,
forman en línea los caballeros, y al acercarse el neófito al altar procede el capitán de la
guardia a proclamarlo caballero diciendo: “A la  gloria  del Gran  Arquitecto del
Universo , bajo los auspicios del Soberano Santuario de la antigua y primitiva
masonería  etc.”.  Después, el  caballero orador  de la logia  da un golpe y participa al
neófito que las narraciones masónicas se  remontan a  cuarenta Siglos y que hacia el
año 2188 antes de J. C.  colonizó Mizraim el Egipto y  echó los  cimientos de  una
monarquía, cuya duración fué de 1663 años.



Desde luego, se echa de ver el  gran error de  cómputo que denota  este número,
aunque  concuerde  piadosamente  con la cronología  bíblica. Por otra  parte, los  nueve
nombres míticos de la Divinidad que, según los masones, se conocieron en Egipto en el
siglo  XXII antes de J.  C., se  encuentran en  monumentos de doble antigüedad, en
opinión de los más notables egiptólogos,  sin contar con  que los masones  desconocen
dichos nombres.



Lo cierto es que la masonería moderna difiere muy radicalmente de la en otro  tiempo
secreta  confraternidad  universal, cuando los adoradores de  Brahma, simbolizado en
AUM,  intercambiaban sus  signos y consignas con los devotos  del TUM.  Entonces eran
“hermanos” los adeptos de todos los países de la tierra.


Insigne Madame H. P. BLAVATSKY












No hay comentarios:

Publicar un comentario