Y que en tus ojos se refleje siempre el azul de los cielos . . .
Mantente siempre con carácter altivo, y por nada consientas en empequeñecerte, ni por indignación ante tus propias faltas y deficiencias.
Ante aquellos que te acosan con su insidia y sus infamias, que a veces disfrazan de “amor fraternal” y dispensan con gestos piadosos, muéstrate arrogante como un Sol que nunca se destruye y que en cambio siempre es grande, fuerte y triunfante!
Si has caído, detente a examinar la causa de tu desventura, el escollo que te hizo tropezar, el motivo de tu desazón, pero no permitas nunca que esto sea motivo de amargamiento de tu carácter; investiga ecuánimemente, siendo severo contigo mismo, y luego aplícate el fallo más riguroso, para luego seguir impertérrito en el Sendero de las realizaciones inviolables e indestructibles, como el Espíritu que mora en ti y que se expande en todos los ámbitos del Universo!
Cuando te sientas apocado, precávete contra las aflicciones. No dejes que el sufrimiento entre por las ventanas de tu mente, cuando la puerta del Espíritu está abierta de par en par hacia el Infinito!
Si acaso dejas de sentir el ritmo imponderable de lo infinito y la euforia mágica del Verbo Universal te resta su nota festiva, reanímate, pues esto significa que algunas de tus conexiones mejores están rotas y por esto dejas de recibir el bendito influjo elegiaco de las armonías eternas.
Acaso el acento de la vida haga de ti un arpegio sollozante y discordante que desentona en la musicalidad celestial que te envuelve. Entonces debes reconfortarte con tiempos de meditación, de manera que tu ser se vuelva a sintonizar con las musas y los encantos miríficos de las esencialidades fundamentales de la existencia.
Y cuando anheles belleza, hurga en lo infinito hasta hallar esos matices majestuosos que son el encanto de lo infinito en sus modalidades objetivas, la naturaleza en general, en su progresiva perpetuación evolutiva.
Mantente siempre en comunión íntima con la realidad en sus multiformes aspectos, y asimismo busca tu fusión con su sentido de ser, es decir, con la esencia de su substancia, en la condición donde no hay diferenciación posible. Así, te estremeces con los átomos, te agitas con los gestos primitivos, te engalanas con los resplandores de los soles, con el verdor de las hiervas y de las florestas, con el lustre de las perlas y con el fulgor de los ojos que hablan sin decir nada, y en fin, te amplificas y enalteces con las gestas que describen en el firmamento las constelaciones y das un motivo de grandeza inmarcesible a tu vida toda, haciéndote la expresión de lo Infinito, siendo la serena realidad esencial que forma la magia, el Verbo, la euforia Universal . . .
Dayananda OM
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